Outsiders en política
Les contaré la historia de un outsider que casi llega a presidente de nuestro país. Por outsider me refiero a aquellas personas que irrumpen en lo político viniendo de otras actividades profesionales.

Todo comienza con un grupo de amigos abogados que se juntaban periódicamente a jugar a las cartas y un día decidieron —un poco por aventura, algo de diversión y otro poco de dinero— buscar a un candidato que se presentara en las próximas elecciones presidenciales del país.
Estuvieron de acuerdo en que, para que alguien de fuera de la política tuviera éxito, debía ser un buen comunicador y generar empatía con la gente. Eligieron a un locutor de un popular programa de radio, profesor de filosofía y también dibujante de caricaturas, conocido como Santín.
Este grupo de abogados, con la ayuda de algunas personas especialistas en gestión de redes sociales, presentaron a Santín en sociedad.
En sus perfiles de redes, Santín se refería a los temas económicos, sociales y políticos del momento con caricaturas, y debajo de los dibujos citaba frases y pensamientos del filósofo Nietzsche, del cual siempre fue un gran estudioso. Por ejemplo, habló de la seguridad pública con una caricatura de una mujer a la que le robaban la cartera; respecto al trabajo, con una persona que gritaba en medio de la calle tras ser despedida de su empleo; y sobre los ahorros, con una familia que junta construía felizmente una casa. Y abajo de todo completaba las caricaturas con los grandes mensajes de Nietzsche y su obra Así habló Zaratustra.
Gracias a su imaginación prodigiosa, Santín abordaba mediante este simple y creativo método todos los asuntos que ocupaban la mente de la gente.
En cuanto a su estética, el candidato Santín vestía siempre con colores vivos en pantalones, camisas y sacos, calzaba zapatillas coloradas y recogía su abundante cabellera con una cinta celeste y rosa.
Para los organizadores de eventos comerciales se volvió muy importante invitar a Santín. Estaba siempre radiante, exótico y rodeado de admiradores. Era el centro de la escena, con charlas en clave filosófica que atraían a los asistentes. Incluso lo invitaban a casamientos.
Sus caricaturas se volvieron cada día más conocidas, y mucha gente comenzó a citar a Nietzsche sin haber estudiado filosofía. Cuando superó los cien mil seguidores en redes, llegaron los empresarios, lobbistas y políticos listos para apoyarlo.