Opinión

La toma de decisiones: un pulso constante

​La toma de decisiones tiene una connotación de inmediatez, urgencia y finalidad. Es precisamente esta responsabilidad de agilidad mental la que se exige en los ejecutivos clave, consejos de administración, vicepresidentes y gerentes generales. Además, es fundamental contar con equipos donde los colaboradores individuales también asuman la responsabilidad de tomar decisiones.

La toma de decisiones: un pulso constante

Por Lucrecia Iruela

La clave está en comprender que existe un hilo conductor que enlaza las acciones inmediatas con la visión general y los objetivos a largo plazo. Este delicado equilibrio está condicionado por múltiples variables, ya que la visión es intangible, mientras que las metas son más tangibles y están sujetas a plazos temporales específicos. La visión es lo que nos impulsa a avanzar; es nuestro motor. Sin embargo, lo difícil es entender que esa visión se materializa a través de decisiones, acciones y ejecuciones. Como diría Napoleón Hill: «La meta es un sueño con fecha límite». Y, en el mundo empresarial, esos sueños pueden volverse inalcanzables si no se toman las decisiones correctas en el momento oportuno.

La profesión de la abogacía, históricamente, ha estado profundamente ligada a un sentido de vocación, con un enfoque en servir a la sociedad y proteger los derechos de los individuos. A lo largo del tiempo, los abogados han sido vistos no solo como expertos en leyes, sino también como defensores de la justicia y guardianes del orden social. Este rol implicaba una dedicación al bienestar colectivo, guiada por principios éticos y un compromiso con el bien común. Sin embargo, es fácil olvidar estos principios cuando las demandas del mercado presionan a los profesionales a priorizar el beneficio sobre el propósito.

La reflexión empresarial a la hora de fundar un bufete debería ser crucial. ¿Qué tipo de abogado quiero ser? Esta fue la primera pregunta que me hicieron en la Facultad de Derecho en la Universidad de San Diego. Pensé que estaba relacionada con el tipo de leyes en las que quería especializarme, pero en realidad se refería a aristas mucho más profundas, aristas conectadas a los valores, a cuándo decir no, a saber que hay cosas que se tienen que sacrificar. Sin embargo, en la práctica diaria, estas reflexiones a menudo quedan relegadas frente a las urgencias del día a día.

¿Qué tipo de bufetes existen? ¿Cómo podemos definir nuestra visión? ¿Cómo podemos diferenciarnos de los demás? Centrarse únicamente en si queremos ser un bufete generalista o especializado, una multinacional o una consultora boutique, no es suficiente. Debemos partir desde lo más inspirador, pero mantener esa inspiración viva en el entorno competitivo puede ser un desafío más grande de lo que parece.

El propósito central, el porqué de la existencia del bufete, va más allá de los beneficios económicos. Los clientes objetivo, entender sus necesidades y expectativas. Los valores, punto céntrico de la visión, no son virtudes etéreas; por el contrario, deben estar reflejados en cada acción e interacción. El compromiso con los equipos y los clientes, y cómo queremos que se sientan trabajando con nosotros, también es fundamental. Sin embargo, mantener esta coherencia cuando los márgenes se estrechan y las expectativas aumentan, no es tarea fácil.

En Latinoamérica, los bufetes de renombre han sido clasificados como de excelencia por sus litigios complejos, su reputación de generación en generación y su visión tanto local como global. El ejemplo más destacado es Estudio Beccar Varela, que ha ido creciendo desde 1897 en Buenos Aires, Argentina. Aun así, es importante analizar cómo pivotan y cambian su visión para enfrentarse a los desafíos del futuro.

 

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