Derechos de Autor

Del vinilo al algoritmo: reflexiones sobre música y derechos en el Día Mundial de la Propiedad Intelectual

Las plataformas de streaming y los entornos digitales han transformado profundamente la forma en que se crean, distribuyen y consumen contenidos. En este contexto, los derechos de autor han cobrado una relevancia crítica, tanto por los desafíos que presentan como por las oportunidades que abren.

Del vinilo al algoritmo: reflexiones sobre música y derechos en el Día Mundial de la Propiedad Intelectual

Fabián Rivera Rodríguez.

Por Fabián Rivera Rodríguez, Country Managing Director, ClarkeModet Ecuador

Como cada año, el próximo 26 de abril volvemos a celebrar el Día Mundial de la Propiedad Intelectual, una iniciativa impulsada por la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (WIPO) para destacar el papel que desempeñan estos derechos en el fomento de la innovación y la creatividad. En esta ocasión, la campaña de la WIPO se centra especialmente en la interrelación entre la propiedad intelectual y la música, una conexión más vigente que nunca en la era del streaming y las plataformas digitales. Por tanto, parece una ocasión oportuna para reflexionar sobre cómo estas nuevas formas de distribución están impactando la gestión y protección de los derechos de autor en todo el mundo.

Las plataformas de streaming y los entornos digitales han transformado profundamente la forma en que se crean, distribuyen y consumen contenidos. En este contexto, los derechos de autor han cobrado una relevancia crítica, tanto por los desafíos que presentan como por las oportunidades que abren.

YouTube, por ejemplo, lanzó su versión inicial en 2005 con la premisa de permitir que cualquiera comparta contenido original con el mundo. Esta plataforma fue parte de una revolución que liberó a los creadores del escrutinio previo: grabar un video, subirlo a internet y ponerlo al alcance de todos. Años más tarde, Google la adquirió por 1.650 millones de dólares, integrando un sistema de monetización innovador basado en la publicidad. El resultado ha sido un éxito rotundo: según YouTube Blog, en los últimos tres años la plataforma ha pagado más de 70.000 millones de dólares a creadores, artistas y empresas de medios. Sin embargo, muchas veces esos ingresos provienen de obras de terceros.

A finales de los años 90 y principios de los 2000, las descargas desde plataformas como Ares, LimeWire, The Pirate Bay o Napster generaron un gran impacto negativo en la industria musical. Uno de los casos más emblemáticos fue el de Lars Ulrich, baterista de Metallica, quien demandó a Napster en el año 2000 por 10 millones de dólares tras descubrir que el catálogo completo de su banda estaba disponible gratuitamente. Este hecho marcó un antes y un después, evidenciando que cada avance tecnológico, del P2P al streaming, obliga a replantear la forma en que se protege y remunera la creación, ya que las leyes existentes no siempre resultan suficientes.

Hoy, el debate gira en torno a las regalías mínimas que pagan plataformas como Spotify, con montos que oscilan entre 0,003 y 0,005 dólares por reproducción. Aunque la compañía distribuyó más de 10.000 millones de dólares a la industria musical en 2024 bajo su modelo “prorrata” —que reparte los ingresos según la cuota de reproducciones totales—, este sistema tiene una falla estructural: al premiar el volumen de reproducciones, favorece a las superestrellas y deja atrás a los artistas emergentes, perpetuando una economía desigual.

En este contexto, el registro de obras en las Oficinas de Propiedad Intelectual se vuelve esencial para asegurar la titularidad y el cobro de regalías. La Directiva de Derechos de Autor de la UE (2019) exige mayor transparencia a las plataformas, y podrían surgir nuevas regulaciones que establezcan pagos mínimos por reproducción, favoreciendo a los creadores independientes. Además, modelos alternativos como el user-centric —que distribuye las suscripciones según lo que cada usuario escucha, en vez del modelo prorrata actual— podrían empoderar a músicos locales frente a los gigantes del mercado. Asimismo, el uso de tecnologías como blockchain también permite rastrear y pagar regalías en tiempo real, aunque su implementación dependerá de la presión que ejerzan asociaciones y artistas. Por el momento, esta tecnología ya permite también levantar evidencias sobre la autoría de una obra en un momento determinado, generando pruebas de existencia con validez jurídica.

En definitiva, aunque el streaming ofrece beneficios innegables, no está exento de problemas en la gestión de los derechos de autor. ¿Deberían las plataformas asumir mayor responsabilidad para remunerar justamente a los creadores, o les corresponde a los artistas adaptarse a esta realidad? El futuro de la industria dependerá de quién tome la iniciativa.

Marcasur Magazine
Marcasur Magazine - Edición Nº 95
Último Video
Ver todosVer todos