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La importancia de la protección de los intangibles del deportista profesional dominicano

Muchos atletas, por no decir la mayoría, desconocen aún las implicaciones que conlleva gestionar y rentabilizar adecuadamente sus derechos intangibles, tales como nombre, imagen o marca personal.

La importancia de la protección de los intangibles del deportista profesional dominicano

Carolina Morales y Francisco Lapouble.

Por Francisco Lapouble & Carolina Morales, Lapouble Jansen Morales

Santo Domingo, República Dominicana

En los últimos años, el deporte profesional dominicano creció en forma exponencial. A nuestra tradicional liga dominicana de béisbol, se le ha sumado los exitosos proyectos de las ligas de fútbol y baloncesto, y el proyecto de selecciones femeninas de volibol, lo que ha generado que muchos atletas de alto rendimiento, formados y desarrollados en el país, hayan podido adquirir el estatus de ‘deportista profesional’ no solo en el ámbito de los deportes colectivos, esta irrupción se viene dando también en disciplinas individuales como el atletismo, el boxeo y las artes marciales.

Nos atrevemos a decir que hemos dejado atrás aquella etapa en la que el único referente era el pelotero de la liga local o el atleta que lograba hacer carrera en el extranjero. Hoy, el profesionalismo deportivo en Dominicana abarca una gama más diversa de disciplinas y perfiles, lo que plantea nuevos retos en términos de formación, representación y protección jurídica. No obstante, muchos de estos atletas, por no decir la mayoría, desconocen aún las implicaciones que conlleva gestionar y rentabilizar adecuadamente sus derechos intangibles, tales como nombre, imagen o marca personal, situación que los aleja de los beneficios que podrían adquirir dentro de estos renglones, pero también los hace vulnerables ante contrataciones desventajosos y prácticas abusivas que comprometen no solo su presente deportivo, también su patrimonio a futuro.

Por esta razón, y dado el contexto en que nos encontramos, crear conciencia sobre la importancia de proteger los intangibles de nuestro deportista profesional resulta crucial. Un atleta de alto rendimiento no solo compite en el terreno de juego, que encarna una figura de repercusión social, cultural y económica con un alcance que trasciende las fronteras del deporte. Las marcas, ya sean de bienes de consumo, servicios financieros, tecnología o moda, han sabido identificar ese potencial convirtiendo al deportista en un canal privilegiado de posicionamiento y conexión con el público. Es precisamente en ese nicho donde se abren escenarios de gran valor: contratos publicitarios, acuerdos de patrocinio y explotaciones de imagen que, en no pocos casos, generan ingresos que superan ampliamente los derivados de la actividad competitiva en sí misma. Por ello, comprender, gestionar y proteger adecuadamente estos derechos es una necesidad estratégica para el desarrollo sostenible de la carrera deportiva.

Un deportista que se sienta a negociar este tipo de acuerdos sin haber registrado previamente, por lo menos, su nombre o marca, se coloca en una posición de clara vulnerabilidad. Al carecer de estas herramientas de salvaguarda, pierde elementos claves para determinar el valor real de sus intangibles y, en consecuencia, cede terreno valioso en la negociación. En lugar de ser él quien defina las condiciones de uso y los parámetros económicos de su identidad comercial, deja espacio para que sean las marcas quienes impongan los términos y fijen las cifras de los acuerdos. Un desequilibrio que compromete el beneficio inmediato del contrato, así como el posicionamiento futuro del atleta como activo con identidad propia en el mercado.

En términos colectivos es justo reconocer que se han dado pasos importantes para impulsar el valor de la imagen de nuestros deportistas. Un ejemplo significativo, lo constituye el actual convenio colectivo que regula las relaciones entre la Liga Dominicana de Béisbol Profesional (LIDOM) y la Asociación Nacional de Peloteros Profesionales (FENAPEPRO). En dicho acuerdo, ambas partes lograron incluir, por primera vez en la historia del deporte dominicano, un apartado específico sobre la gestión, valoración y remuneración de los derechos de imagen de los peloteros; un avance sin precedentes, que ha comenzado a traducirse en beneficios concretos para el pelotero local y que sentó las bases para una cultura de mayor respeto y protección de los intangibles del atleta profesional.

Por lo general, el deportista y su entorno solo toman conciencia de la trascendencia de estos aspectos cuando sobreviene un éxito puntual en el terreno de juego, o tras una temporada destacada que lo proyecta con mayor visibilidad. Todo llega de golpe: entrevistas, ofertas, campañas y es en ese momento cuando comprenden, muchas veces tarde, la relevancia de contar con una estrategia previa para gestionar su imagen. Sin embargo, el desarrollo de una marca personal no tiene por qué depender exclusivamente del rendimiento deportivo. El solo hecho de haber alcanzado el nivel profesional ya encierra una historia de esfuerzo, superación y disciplina, que si es bien contada y proyectada puede generar una influencia positiva y convertirse en un activo comercial de alto valor.

Los casos de Marileidy Paulino, campeona mundial y olímpica, y de Junior Caminero, figura emergente del béisbol profesional en República Dominicana y Estados Unidos, son ejemplos claros del valor de una estrategia bien dirigida en torno a los intangibles. Su posicionamiento exitoso, tanto a nivel local como internacional, demuestra que el talento necesita estructura para convertirse en marca y legado.

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