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El abuso de Googlear en la DNPI

Nadie puede dudar que hoy en día vivimos en la “Aldea Global”. Ya en los años 60 el escritor canadiense Marshall McLuhan lo predecía.

El abuso de Googlear en la DNPI

McLuhan aseguraba que los cambios que se venían dando en el ambiente tecnológico arrojarían la consecuencia de desdibujar los límites geográficos y las diferencias temporales, y pasaríamos a vivir en la real inmediatez del todo. 

Sin dudas que las predicciones de McLuhan eran acertadas, y nada es mejor representación de ello que Google. La célebre web creada en 1998 por Larry Page y Sergey Brin nos brinda la posibilidad de acceder a información del mundo entero en tiempo real. Y vaya que lo hacemos. Al punto tal de que el ejercicio de buscar información en Google tiene su propio verbo “googlear”, elegido por la Sociedad Americana de Dialectos como el verbo más útil de 2008.

Pero como sucede con todo, esto de “Googlear” tiene también sus contras.  Así por ejemplo, la información que fue chequeada y cotejada por expertos aparece en el buscador de igual forma y al mismo nivel que aquella que fue subida por un particular y jamás fue revisada. Encontrar estudios de calidad sobre el tema que estamos buscando puede ser una tarea ardua y muchas veces directamente imposible, y la mayoría de los resultados que encontramos son tan solo opiniones o datos sacados de contexto y recopilados al azar.

Desde unos años para aquí, venimos observando que en Uruguay los asesores de la Dirección Nacional de la Propiedad Industrial (DNPI) utilizan esta herramienta a los efectos de determinar si un término es o no genérico. Esto de por sí no está mal, pero el problema surge cuando se hace un uso abusivo del “googlear” o cuando se toman los resultados de Google como única fuente.

Puede pasar por ejemplo que algunos asesores, al enfrentarse a una palabra que no parece ser en idioma castellano, utilicen la función “detectar idioma” del traductor de Google, para descubrir si la palabra pertenece a algún otro idioma. 

El problema sería que algunos de estos asesores tomasen solamente el resultado de Google sin realizar la adecuada profundización del tema. Y entonces, siendo que el traductor de Google puede ser editado y corregido por los particulares, y no es revisado por traductores oficiales, sus resultados muchas veces están equivocados, lo que podría arrojar la consecuencia de que recibamos Oposición de Oficio por supuesta genericidad o descriptividad, o por falta de distinción suficiente, basada en una traducción errónea de Google.    

Otro posible conflicto se presentaría si se tomasen en cuenta devoluciones que arroja el sitio, pero sin considerar que dichas devoluciones provienen de páginas de Facebook, Twitter y blogs particulares, entre otros, donde podremos encontrar un uso para casi cualquier combinación de letras que se nos ocurra.

Y sabido es que la genericidad o la descriptividad no debe ser eso, no debe basarse en una traducción de un sitio web, o en una definición de Wikipedia, sino que un término genérico o descriptivo solo debe ser aquel que constituye una designación necesaria o habitual respecto de un servicio o producto determinado y desde aquí, humildemente apostamos a que se vuelva a ello y que así se mantenga.

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