El desafío de posicionar a la PI como herramienta para el éxito de negocios basados en tecnologías descentralizadas

En los últimos años hemos visto la aceleración vertiginosa en el crecimiento del ecosistema cripto. En paralelo, éste demanda nuevas soluciones y más profesionales capacitados para atender los desafíos que plantea el desarrollo de esta nueva industria.

Por Pablo Armando, socio de Noetinger & Armando

Los abogados, en particular los especialistas en propiedad intelectual, nos vemos en la necesidad de aprender y comprender en profundidad qué son y cómo funcionan estas nuevas industrias y de qué manera la protección de activos intangibles puede agregar a su desarrollo.

Con ese fin, asistimos a webinars y conferencias, debatimos, leemos y nos informamos. Poco a poco, vamos perdiendo el miedo a esa idea de que —quizá algún día— la tecnología va a borrar la profesión de la abogacía de la noche a la mañana.

Comprender para asesorar con eficacia es central para el desempeño de nuestra profesión. Pero, en este caso, tal vez el desafío más grande no sean los nuevos conceptos, sino poder comprender el mindset que mueve a esta industria.

Aquí es donde a los profesionales de la PI se nos plantea una suerte de dilema: la descentralización como característica esencial frente a la propiedad intelectual, que es, esencialmente, centralizada.

La descentralización es una cualidad inherente a Blockchain, que sustenta —entre otras cosas— el reconocimiento al valor de los criptoactivos. En esta industria, cuanto más conocido es el código de programación y más descentralizada es la plataforma (independiente del control de una autoridad de control única), más segura y confiable resulta.

No solo las plataformas deben cumplir con estas premisas, sino también cualquier desarrollo que se haga sobre ellas. No es una norma escrita, tampoco una prohibición a tener copyright o desarrollos que no sean necesariamente descentralizados, pero sí es un requisito de aceptación para este mercado. Los desarrolladores, los usuarios y los consumidores en esta industria eligen y exigen descentralización y código abierto.

Ahora bien, muchos desarrollos tecnológicos se apalancan en rondas de inversión que les permiten obtener el capital necesario para escalar el negocio. Rondas que requieren un análisis de la viabilidad del negocio, del que surgen (entre otras) cuestiones como: la necesidad de un tener un vehículo societario para canalizar la inversión y recibir acciones, la propiedad intelectual sobre el desarrollo en sí, registros marcarios que protejan el nombre y logos aplicados, etc.

La dificultad no está en constituir la sociedad, redactar contratos de work-for-hire o registrar marcas, sino en que, al hacerlo, los desarrolladores se encuentran con que sus ideales parecieran chocar con las necesidades del negocio.

Los usuarios exigen software abierto, auditable y descentralizado; los inversores y accionistas requieren algo propio que forme parte del patrimonio de la empresa.

¿Dónde colisiona esto con el derecho? En un mundo que aún no es 3.0, quienes inscriben una sociedad y admiten su ejercicio conceden el derecho de uso de una marca o de propiedad sobre una obra intelectual, y dan herramientas para su protección, son (todavía) organismos centralizados y territoriales.

El desafío es articular estos dos mundos, que parecen opuestos pero deben convivir para lograr la viabilidad de los negocios que, basados en plataformas descentralizadas, utilizan las herramientas centralizadas y plenamente eficaces que hoy conocemos, para alcanzar sus objetivos.

Pablo Armando es abogado y agente de la propiedad intelectual, magíster en Derecho Empresario. Es socio en Noetinger & Armando, donde coordina el departamento de Marcas para Argentina y el exterior, y lidera en la práctica de Privacidad de Datos, Derecho de Imagen y Nuevas Tecnologías. Es un entusiasta de la disrupción tecnológica, estudioso y usuario activo de nuevas plataformas y los negocios que se desarrollan a partir de ellas. Contáctelo en parmando@noetar.com.ar

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