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La música baila al compás de la propiedad intelectual

Derechos de autor, regalías, marcas registradas y patentes se volvieron elementos fundamentales para el crecimiento de la industria musical global, impulsada por las plataformas de streaming cada vez más dependientes de la PI.

La música baila al compás de la propiedad intelectual

«La propiedad intelectual fomenta la presencia de la música más allá de su propio ámbito. Desde el cine, el entretenimiento y la tecnología hasta la moda, los videojuegos y los productos de consumo, los derechos de propiedad intelectual impulsan las conexiones interindustriales con la música, habilitando sinergias creativas e innovación entre sectores que fomentan el crecimiento económico. Incluso cuando no está en nuestra mente, el ritmo y la cadencia de la música y la propiedad intelectual siempre están presentes en nuestras vidas».

La definición corresponde a la convocatoria con la cual la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) promocionó el Día Mundial de la Propiedad Intelectual celebrado el 26 de abril, que en este 2025 se enfocó en la relación entre la música y la propiedad intelectual. Se trata de un vínculo cada vez más evidente y fortalecido, pero también pleno de discusiones, actualizaciones y desafíos planteados por las plataformas de streaming, las redes sociales y la inteligencia artificial.

Algunos de los temas sobre los cuales la OMPI presentó introducciones, casos de estudio, documentos y opiniones fueron copyright, regalías, marcas registradas, patentes para innovaciones musicales y derechos de publicación musical, que incluyeron derechos para la grabación de una canción, para copias de obras musicales, para interpretaciones musicales, para el uso de música en películas, videojuegos, programas de televisión y radio, y para la impresión de letras y partituras.

La OMPI también publicó jurisprudencia y análisis de demandas por plagio. Entre ellas, una de las más recordadas de las últimas décadas. En agosto de 2013, los compositores y cantantes estadounidenses Robin Thicke y Pharrell Williams presentaron una demanda de juicio declarativo de no infracción en un tribunal federal de los Estados Unidos. Esta acción legal fue tomada en respuesta a las alegaciones de los herederos del artista Marvin Gaye, quienes afirmaban que la canción Blurred Lines, compuesta por Thicke y Williams, infringía los derechos de autor de la obra Got to Give It Up, escrita por Gaye en 1977.

En 2015, el jurado determinó que Thicke y Williams eran responsables de la infracción de derechos de autor y otorgó al patrimonio de Gaye el mayor premio por daños y perjuicios en la historia de los derechos de autor musicales hasta ese momento: USD 7,3 millones. En 2018, el Tribunal de Apelaciones de Estados Unidos confirmó el veredicto pero redujo la compensación a USD 5,3 millones.

Ambos fallos fueron controvertidos, entre otras cosas porque se centraron principalmente en similitudes o interpretaciones subjetivas entre las canciones, en lugar de identificar copias directas de elementos protegidos por derechos de autor. Abogados especializados y críticos de música argumentaron que el veredicto amplió demasiado el alcance de la protección de derechos de autor, extendiéndolo más allá de la melodía, la letra y la estructura armónica para incluir elementos más abstractos como el feeling o la vibra de una canción.

La jueza Jacqueline Nguyen, que participó en la decisión de segunda instancia, argumentó su voto disidente respecto a la opinión mayoritaria de sus colegas al entender que, de considerarse plagio, se permitiría que los herederos de Gaye «registraran indebidamente un estilo musical como derecho de autor».

Este famoso caso de las canciones Blurred Lines y Got to Give It Up es uno de los varios repasados por la OMPI en ocasión del Día Mundial de la Propiedad Intelectual. La organización internacional utilizó esta y otra jurisprudencia como disparadores para explicar las bases, límites y alcances de distintos tipos de derechos sobre la música, entre ellos, los derechos de autor.

La OMPI puso a disposición del público dos guías muy completas y abarcativas sobre el tema. Una ofrece una amplia cartera de especificaciones para todo aquel músico, compositor, cantante, productor y representante que quiera obtener dinero con la música, desde la explicación del copyright y derechos relacionados, a los peligros de la piratería, el licenciamiento en streaming, la gestión colectiva, el financiamiento a través de sellos discográficos, el crowdfunding, el patrocinio y el branding.

La otra se enfoca en los países en desarrollo, al entender que el negocio de la música ha sido transformado por las tecnologías digitales y las redes de maneras que lo hacen más accesible para los creadores que viven en esos lugares.

«La buena noticia para los creadores con conectividad a Internet es que existen muchos servicios disponibles para hacer que su música sea accesible a audiencias de todo el mundo con solo unos pocos clics, a menudo a un costo nominal y sin tomar posesión de los derechos de autor. La lista breve de unidades atómicas simples del comercio musical —la composición, la grabación sonora, el álbum— hace que sea particularmente adecuada para el comercio global en línea», indica parte del estudio elaborado por el Comité de Desarrollo y Propiedad Intelectual de la OMPI. «Es posible que los creadores recojan más regalías de más fuentes que nunca antes. Y hay muchas herramientas disponibles, a menudo a bajo costo o sin costo alguno, que permiten a los creadores recopilar y analizar datos sobre cómo se recibe su música en todo el mundo», añade.

Sin embargo, parte del estudio también está destinado a advertir sobre la necesidad de que los creadores —o al menos alguien que los asesore— entiendan, entre otras cosas, las leyes de derechos de autor y los diferentes procesos y flujos de regalías para las grabaciones sonoras y especialmente para las composiciones. Porque, como se dice, el diablo está en los detalles. La OMPI menciona un desafío en concreto: la audiencia, los usuarios, tiene a su disposición variadas herramientas de edición que permiten dividir la música en pequeños fragmentos para luego utilizarla en innumerables canales sociales y públicos, lo que puede popularizar una canción pero a la vez debilitar el control que sobre ella tiene su creador.

La potencia del streaming

Spotify, Apple Music, Amazon Music, YouTube, Tencent, NetEase, Deezer, SoundCloud, Tidal, Resso, Napster, YouTube Music, Yandex, Gaana, JioSaavn, KKBox, Melon, Joox y Boomplay son solo algunas de las plataformas de streaming disponibles actualmente en todo el mundo. Luego de sospechas, temores y amenazas, la mayoría de los músicos y compositores han abrazado a estas empresas, que ofrecen cierta seguridad legal y han impulsado para la música un crecimiento constante desde 2015, en una industria donde reinaba la incertidumbre y el pesimismo. Hoy los servicios de streaming de música cuentan con más de 500 millones de suscriptores de pago en todo el mundo y se percibe un futuro con más oyentes.

En marzo, Spotify presentó Loud & Clear, su informe anual sobre la situación de los artistas que conforman su comunidad. El último análisis, correspondiente a 2024, subraya ingresos récord, mayor diversidad de artistas y una industria musical más globalizada que nunca.

El año pasado, solo Spotify pagó USD 10.000 millones a la industria musical y desde 2017 el número de artistas que generan entre USD 1.000 y USD 10 millones anuales se ha triplicado. «Es notable que casi una cuarta parte de los 12.500 artistas que generaron más de USD 100.000 en 2024 ni siquiera estaban lanzando música de manera profesional hace cinco años», es uno de los destaques que hace Spotify en su estudio. La empresa también apunta al éxito de los creadores independientes, «desmitificando» sus supuestas dificultades en la era del streaming: «Más del 80 % de los artistas que generan más regalías en Spotify ni siquiera estuvieron en nuestro Global Daily Top 50, lo que demuestra que los músicos independientes y los géneros nicho pueden prosperar en la nueva economía».

Loud & Clear es una de las banderas con las cuales Spotify busca transparentar la forma en la que distribuye los ingresos a los artistas y compositores, con el objetivo de contrarrestar cuestionamientos sobre supuestas prácticas abusivas. Es también el fundamento que eleva a gobiernos interesados en aumentar regulaciones relacionadas con la remuneración de derechos de autor.

A fines de 2023, la empresa anunció en un comunicado de prensa que estaba siendo «forzada» por el gobierno uruguayo a salir del país y que iba a retirar gradualmente su servicio de Uruguay a partir del 1 de enero de 2024 hasta cesarlo completamente en febrero.

La advertencia respondía a la aprobación de una nueva ley que modificaba el régimen de retribución por la retransmisión de interpretaciones artísticas.

La legislación generó preocupación en Spotify por la posibilidad de que se viera obligada a realizar pagos adicionales por los mismos derechos de autor de una obra. Esto se debía a la ambigüedad en la normativa respecto a la forma en que se distribuirían los pagos por la retransmisión de música.

En su comunicado, Spotify argumentó que ya destinaba aproximadamente el 70 % de cada dólar que generaba de la música a las discográficas y editoras que representan y remuneran a los artistas y compositores. Enfatizó que si la obligaban a asumir regalías directas a los artistas y compositores por la misma música, su modelo de negocio se volvería insostenible, por lo cual exigió que la responsabilidad de estos nuevos pagos recayera en las discográficas y editoras.

Finalmente, el gobierno contempló la queja de Spotify y elaboró un decreto con una interpretación evolutiva de la nueva ley donde se determina que no existirá un doble pago por parte de las plataformas digitales.

Además de los canales de streaming, los músicos observan con cautela la evolución de la inteligencia artificial en la música. La situación más palpable de esta nueva tensión se da actualmente en el Reino Unido, donde un proyecto de ley del gobierno del Partido Laborista busca establecer una excepción al derecho de autor para el entrenamiento de modelos de IA con propósitos comerciales. Esta excepción permitiría a las empresas desarrolladoras de IA utilizar obras protegidas por derechos de autor —incluyendo música— sin necesidad de obtener una autorización previa de los titulares de los derechos. El fundamento de esta medida reside en la consideración de que el acceso a grandes conjuntos de datos es esencial para el avance y la innovación en el campo de la inteligencia artificial.

Obviamente, la propuesta encontró una rápida oposición. Más de mil músicos británicos, entre ellos Kate Bush, Cat Stevens y Annie Lennox, lanzaron un álbum silencioso en protesta por los cambios planteados. El álbum, titulado Is This What You Want?, presenta grabaciones de estudios y espacios de actuación vacíos.

Al mismo tiempo, otros artistas británicos de relevancia mundial como Paul McCartney, Elton John y Ed Sheeran publicaron una carta abierta para denunciar la reforma legal, a la cual catalogan de inútil y contraproducente.

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